lunes, 6 de diciembre de 2010

Nuestro compromiso con la historia.

    Hace muy poco leí una frase del maestro Rolando Pérez (Etnomusicólogo) que comparto textual: "En ocasiones la historia se está haciendo ante nosotros, mientras quizás, estamos mirando hacia otro lado."  La reflexión que obtuve reafirmó la aversión que tengo con las personas que no importando su nacionalidad, status social, cultural o económico se niegan a cuestionar, debatir o discutir los acontecimientos políticos del entorno, no han entendido aún que actualmente es la política lo que rige al mundo, afortunada o desafortunadamente es así. La historia es construye día a día y no sólo se debe atestiguar, sino analizar, cuestionar y reflexionar de manera que se quede en la memoria, en la colectividad, pero no una versión oficial contada, sino la versión que se fue construyendo con los hechos ante nuestros ojos, sobre todo, ante nuestras consciencias.


   Hace poco surgió en Internet una férrea pelea entre una página electrónica y el monstruo opresor (para algunos) que actualmente se mira como al tirano del actual neo-imperialismo, si en un tiempo fue Grecia la que cayó ante Roma y después Roma cayó ante el cristianismo, ahora es Estados Unidos quien cae estrepitosamente (y aparentemente) ante un sitio en internet llamado Wikileaks. El gigante capitalista que va saliendo de una crisis económica muy fuerte y debilitado por sus políticas bélicas queda vulnerado ante el mundo, se revelan los secretos de su política exterior, estaban tan ocupados en la seguridad de su nación, blindaron cielo, tierra y agua pero nunca imaginaron que el "ataque" vendría del mundo "etéreo" y resulta increíble y hasta cómico que no hayan pensado en blindar sus sistemas cibernéticos y la información confidencial que circulaba por sus "redes" (muchos sospechan plan con maña).
La realidad es que la historia aún comienza, se dice que la figura a quien están atacando es únicamente el administrador del sitio Julian Assange, pero detrás hay una pequeña sociedad estructurada que es dueña de la página, verdad o mentira la situación apenas se va encaminando...¿a qué? Recordemos que todo este "balconeo" se da enmedio de disputas territoriales y políticas entre las dos Coreas (la del Norte declaró abiertamente que poseía armas nucleares en claro reto a Estados Unidos), China se ha mantenido al margen pero ¿si saben a quien apoya este gigante dormido verdad? 
   Se cree que con la publicación de estos documentos producto del espionaje, se sembrará la desconfianza entre los líderes del mundo, pero eso a Estados Unidos no le preocupa, el secretario de Defensa estadounidense Robert Gates se atrevió  decir que los países con los que se tiene tratos comerciales no están motivados por la simpatía, algunos le temen, otros le respetan pero en general, todos lo necesitan, este cinismo deja claro que el interés de esta nación "desnudada" no es aclarar lo publicado, eso es lo de menos, su interés es mantener las cosas como están.


   En su política exterior, Estados Unidos utilizó la palabra "terrorismo" como un pretexto válido al invadir un país con la idea de "salvaguardar la seguridad mundial" y hace algunos días numerosos políticos estadounidenses dejaron "navegar sutilmente" por las agitadas mareas del debate sobre Wikileaks la palabra clave: "Terrorismo". ¿Quién está realmente detrás de Wikileaks? ¿Realmente a Estados Unidos se les salió de  control su "información confidencial"? ¿¿Se estará conformando algún organismo internacional (dirigido por Estados Unidos claro!) que regule la internet?? Hackers ciberactivistas han amenazado con ataques en apoyo a Wikileaks, específicamente a Assange y están clonando el sitio para hacer más difícil su erradicación. Apenas el 4 de diciembre la red internacional de Partidos Pirata publicó una declaración en apoyo a wikileaks: "Nosotros, el conjunto del movimiento pirata libremente apoyamos a Wikileaks y a las personas que lo ejecutan actualmente, en momentos en que el sitio está muy amenazado.
Creemos que todos los intentos para detener el sitio son un ataque a los valores fundamentales de la democracia, algo que no podemos aceptar. Sólo las dictaduras efectúan actos de este tipo y no tienen cabida en un mundo democrático.
Condenamos asimismo, las amenazas de muerte directa e indirecta expresadas por gobernantes.
También pedimos a todos los políticos y gobernantes que protejan activamente de abusos a las personas que hay detrás Wikileaks."

   La historia se está construyendo y estamos siendo testigos.

   La información que recibimos es responsabilidad únicamente de nosotros, busquemos, preguntemos, cuestionemos y analicemos. Participemos activamente en nuestra historia, la de nuestro país, la de nuestro planeta.


  Comparto dos artículos muy interesantes, uno de un historiador que escribe para el diario español "El país", diario al que Wikileaks le ha compartido algunos documentos.







Periódico El País, Madrid, 03/12/2010


Secretos de Estado

JULIÁN CASANOVA

Los historiadores necesitamos años, décadas, para averiguar los hechos más relevantes del pasado, reconstruir el curso de los acontecimientos, sacar a la luz las intenciones de sus protagonistas. Una mirada rigurosa a la historia exige para nosotros, necesariamente, la aplicación de métodos críticos para evaluar las fuentes, la adopción de técnicas reconocidas para presentar y editar el material y un notable ingenio para detectar los errores en la transmisión de la información y determinar la fiabilidad de los testimonios individuales.

Y, de repente, en apenas unos días, la filtración de una masa ingente de material diplomático, obtenida por Wikileaks y divulgada por algunos de los más prestigiosos medios de comunicación internacionales, proporciona una minuciosa crónica de la relación de Estados Unidos de América, el país más poderoso de la Tierra, con el resto del planeta. Un cuarto de millón de mensajes de más de 250 Embajadas, algunos enviados este mismo año. Estamos, sin duda, ante una ruptura de las leyes generales y de los principios morales que habían regido hasta ahora el conocimiento de las relaciones internacionales y del balance de poder entre los grandes Estados. La historia se acelera y ya no podemos aspirar a comprender las cosas pasado el tiempo, con el obligado reposo de las fuentes en los archivos, con el uso de métodos críticos para interpretar los textos y la información. Tiene que ser ahora, hoy mejor que mañana, aunque eso pueda conducir a una versión mutilada y deformada de los hechos.

No resulta extraño, por lo tanto, que tanta revelación, previamente secreta, sobre la estrategia militar y política de los servicios de inteligencia norteamericanos haya hecho saltar las alarmas de una parte sustancial de la diplomacia internacional. Estados Unidos se enfrenta a una crisis diplomática de imprevisibles consecuencias. Y todo ello ocurre en un momento de quiebra económica aguda, en medio de una notable ausencia de liderazgo político y con varios frentes de guerra y amenaza terrorista abiertos en el mundo. Es para estar preocupados, aunque algunos piensen que solo "los otros" deberían estarlo. Porque las complejas conexiones que una red de informantes esparcida por el mundo tejía en secreto han quedado al desnudo.

Es difícil no reconocer, por otro lado, el gran salto adelante que todo esto supone para el conocimiento de cómo funciona el poder; un poder, en este caso, con una ya larga historia de agresividad imperialista, de crítica y destrucción de las posiciones contrarias a sus intereses. Bajo la aparente defensa de un orden político y económico beneficioso para el capitalismo y la democracia, aparecen ahora pruebas sólidas de la subordinación de ese orden a las exigencias de la política exterior norteamericana en Europa, Oriente Próximo o China.

En esos miles y miles de mensajes, de información diplomática elaborada la mayoría de ella en la última década, aparecen grandes temas e ilustres personajes, desde el terrorismo yihadista a la proliferación nuclear, pasando por las estrechas relaciones entre Vladímir Putin y Silvio Berlusconi. La relevancia de esos documentos oficiales la resumió The New York Times en la nota que dirigió a sus lectores el pasado domingo 28 de noviembre para explicar las razones de su difusión: se trata de prestar un importante servicio público, aclarando "los objetivos, éxitos, compromisos y frustraciones de la diplomacia estadounidense". Eso es lo que han pensado también las otras cuatros publicaciones que, de común acuerdo y tras semanas de análisis minucioso, han tomado la misma decisión: The Guardian en el Reino Unido; Der Spiegel en Alemania; Le Monde en Francia y EL PAÍS en España.

Este puede ser el origen de un gran debate internacional. Porque, desde la perspectiva norteamericana, como ha aclarado su ministro de Defensa, Robert M. Gates, los otros Gobiernos, cuando mantienen relaciones con Estados Unidos, también defienden sus propios intereses. Algunos temen su poder, otros lo respetan y la mayoría necesitan a Estados Unidos, todavía, por lo menos hasta hoy, "la nación indispensable".

Las filtraciones afectan fundamentalmente a Estados Unidos, entre otras razones porque Julian Assange, el fundador y principal organizador e ideólogo de Wikileaks, ha considerado más relevante y provechoso centrarse en el gran imperio. Pero al ritmo que se mueven las nuevas tecnologías, van a surgir nuevos competidores que reclamen que esa misma transparencia se extienda a otros países.

Revelar lo profundo, los recónditos mecanismos que ponen en marcha las relaciones internacionales, el funcionamiento de la política. Ese es el lado positivo y feliz del ineludible derecho a la información y de la necesidad de comprender que tenemos como ciudadanos de las democracias. La información y el conocimiento no deberían generar inestabilidad ni la ruina del sistema. Son las malas políticas, las que pierden el contacto con la realidad, y la voracidad de muchos capitalistas y grupos financieros las que pueden provocarlas. La nostalgia por el mundo próspero que se fue, incluidos los buenos tiempos de la diplomacia, no sirve de nada. Necesitamos otra organización, un cambio de rumbo. Antes de que se apaguen las luces que todavía nos quedan.

Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.



Periódico El País, Madrid, 02/12/2010


Washington al desnudo

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA


La difusión por parte de Wikileaks de un volumen ingente de telegramas pertenecientes a Estados Unidos ha dado lugar a un festín informativo global. Todo ello a costa de la imagen y el prestigio de la diplomacia del que sin duda, y más a la luz del contenido las filtraciones, sigue siendo el país más poderoso del mundo. El daño para Estados Unidos es tremendo: pero no porque sus políticas vayan a cambiar (al fin y al cabo esas políticas responden a y reflejan sus intereses), sino porque ponen al descubierto de manera singular la crudeza con la que se ejerce el poder en el ámbito internacional. Hasta ahora, sabíamos que EE UU era poderoso porque todo el mundo se acomodaba a sus políticas, pero realmente no sabíamos cómo lo lograba. Imaginábamos, claro está, que había codazos y empujones, pero no sabíamos, por ejemplo, con cuánto énfasis y perseverancia podía la Embajada de EE UU acosar al poder ejecutivo y judicial de un país aliado y amigo como España para lograr salirse con la suya en los casos que afectaban a nacionales estadounidenses. Tampoco sabíamos hasta qué punto los gobiernos, incluso los aparentemente más antiamericanos, pugnaban entre sí por, en privado, congraciarse con Washington y compensar sus excesos retóricos en público.

En contraste a los Estados democráticos, que asientan su legitimidad en el principio de la mayoría, las relaciones internacionales parten de la desigualdad entre los Estados y la asimetría de poder entre ellos. Como concepto, la idea de razón de Estado aúna dos elementos lo suficientemente sólidos como para garantizarle una entidad sustancial. Lo mismo con la idea de intereses nacionales. Razón, nación, Estado, interés: si estos son los mimbres con los que se tejen las relaciones internacionales y los principios que permiten a sus operadores, los diplomáticos, ejercer su trabajo, es evidente que todo ello merece consideración y estima. Pero cuando vemos cómo se defienden exactamente esos intereses o qué tipo de conductas amparan, lo que queda en evidencia es la incompatibilidad esencial entre las reglas que rigen la vida política dentro de una comunidad (democrática) y las reglas que rigen la vida política entre esas mismas comunidades.
El canciller Bismarck justificó en una ocasión la necesidad de mantener a los ciudadanos alejados del proceso político con el argumento de que los ciudadanos querían comer salchichas, pero no saber cómo se hacían. Gracias a Wikileaks, hemos entrado en la sala de despiece del Departamento de Estado estadounidense y hemos tenido la oportunidad de ver cómo se manufacturan los diferentes productos y cómo se adaptan a los diferentes mercados (amigos, enemigos, amigos de mis enemigos, enemigos de mis amigos, etc.).

El daño no es irreparable, porque como muy cínicamente ha manifestado el Secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, "los gobiernos del mundo no tratan con nosotros porque que les gustemos, ni tampoco porque confíen en nosotros; ni siquiera porque crean que somos capaces de guardar un secreto". "Unos gobiernos", continúa Gates, "tratan con nosotros porque nos temen, otros porque nos respetan, pero la mayoría lo hace porque nos necesitan". Y concluye: "Seguimos siendo la nación indispensable". Dicho de otra forma, si Estados Unidos es un problema para alguien, ese es su problema, no el problema de Estados Unidos. Ni siquiera Maquiavelo lo hubiera podido formular mejor.

Muchos medios de comunicación envidian estos días a los periódicos que se han hecho con la exclusiva de las filtraciones. Pero probablemente también, muchos servicios diplomáticos, leyendo los telegramas del Departamento de Estado, no puedan evitar ser corroídos por la envidia. Realmente son tan buenos los diplomáticos estadounidenses, que consiguen todo lo que quieren, ¿o es que directamente tienen tanto poder que da igual lo buenos o malos diplomáticos que sean?

Estados Unidos sobrevivirá a esta crisis. Pero da escalofríos pensar qué ocurriría si una filtración tan masiva y tan dañina como esta le ocurriera a Madrid, París o Londres: ¿podrían contener los daños de forma tan cínica y pasar página como lo pretender hacer Robert Gates? ¿O sería el fin de sus diplomacias? A partir de ahora las cosas no serán igual: todos los diplomáticos van a tener problemas a la hora de recopilar información útil de fuentes de confianza. Pero unos lo tendrán más difícil que otros porque, como muestran los telegramas, unos Estados son más iguales que otros.

jitorreblanca@ecfr.eu