domingo, 1 de noviembre de 2009

Sobre "Manual de urbanidad y buenas maneras" de Carreño

La primera vez que escuché el título de éste libro tuve cierta predisposición negativa debido a que quien lo mencionó, lo hizo de manera irónica…burlándose. Hoy después de 15 años (y no me disculpa la adolescencia por la cual transitaba), pude disfrutar la lectura de éste libro casi como un viaje a través del tiempo. Como el título lo dice, es un manual que en aquella época recopiló la forma de comportarse en todos los ámbitos: en el hogar, en la calle, en la iglesia, en los viajes, con la servidumbre, con la familia, con desconocidos, en la conversación…etc. Una época romántica completamente y como dice mi abuelita: “Todo cambia, menos los valores y la moral”. Hay algunos apartados definitivamente caducos porque ya tenemos carreteras, la ropa es otra cosa, convivimos con mascotas…en fin; es otra época. Pero hay algunos capítulos que bien podrían practicarse en ésta época en donde “la moral es subjetiva” (según algunos). El libro es una buena oportunidad para conocer la forma en que se convivía y vivía en la sociedad de aquel tiempo.




ARTICULO VI



De la Paz doméstica



1.- Por muy propicia que se nos muestre la fortuna en la marcha de nuestros negocios; por muy constante que sea nuestro estado de salud; por muy sólida que sea la paz pública en el país en que vivimos y por muy gratos que sean los momentos que pasemos en sociedad con los extraños, jamás podremos ser completamente felices, si el Cielo no ha derramado entre nosotros las bendiciones de la paz doméstica.



7.-Por el contrario, cuando la paz abandona nuestro hogar, cuando la odiosa discordia ha penetrado en el sagrado recinto de la familia, nuestra vida está cruelmente agitada por todos los dolores;pues si en el trato con la generalidad de los hombres y en medio del torbellino de los negocios, encontramos a cada paso contradicciones y sinsabores, en el asilo doméstico nos aguardan aún mayores sufrimientos. Endurécese entonces nuestro carácter, nuestros modales se hacen toscos e inciviles, y por muchos que sean los dones con que la naturaleza nos haya favorecido, nuestra conducta social llevará siempre impreso el sello del mal humor, y apareceremos frecuentemente extraviados de las reglas de la urbanidad.



9.- El conocimiento y la práctica de los deberes morales, serán un grande auxilio para la conservación de la paz en las familias. El respeto de los hijos a sus padres, de los sobrinos a sus tíos, de los hermanos menores a los mayores, y en general, de todos los inferiores a sus superiores, suavizará siempre el trato de unos con otros, e impedirá que en las pequeñas discusiones que se suscitan en la vida doméstica, se mezcle nunca aquel grado de calor, aquella acrimonia que las hace tomar el carácter disociador y tempestuoso de los groseros altercados. La benevolencia y el cariño que los superiores deben a los inferiores, no les permitirán abusar de su posición y emplear palabras ofensivas, que armen la ira de estos y los conduzcan a usar términos irrespetuosos. Y la tolerancia, en fin, que todos se deben entre sí, hará expirar prontamente en el seno de la paz todos aquellos arranques que hagan nacer el choque de contrarias posiciones.

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